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La mujer preguntó: -¿Cuál escoges? -La miré sorprendida, pues no podía creer lo que me ofrecía. Entonces, ella dijo: -Ya que has venido hasta aquí tienes que llevarte una muñeca, esa es la norma para todo el que visita esta casa-. Todavía sin creer lo que me decía, inexplicablemente miré a mi alrededor una y otra vez, di algunos pasos a la deriva y escogí la del vestido amarillo, con larga cabellera rubia y grandes ojos marrones. En sus manos tenía una margarita.

La mujer dijo, -has hecho una buena elección. Ahora iré a los registros y veré cuál es su nombre-. Mientras esperaba a la mujer no dejé de mirar aquella muñeca. Enseguida regresó y con voz dulce y una sonrisa muy segura me dijo: -Su nombre es Ana-.

Mientras salía de aquel encantador lugar con la muñeca entre mis manos, no podía dejar de pensar en sus palabras: -"Has hecho una buena elección"-. No salía de mi asombro ya que la preciosa muñeca se llamaba como yo.

María de la Luz.
31 de Mayo de 2016
Por María de la Luz
La casa de las muñecas
Eran todas muy hermosas, angelicales y casi mágicas. Extasiada ante tanta delicadeza no podía dejar de mirarlas y admirarlas. Aquella casa era encantadora, rodeada por un amplio jardín de flores y plantas de los mas variados tipos, decorada con un gusto conservador con muebles de madera de tea y tapetes bordados por doquier, tenía grandes ventanas y puertas e innumerables habitaciones y ambientes.

Las muñecas estaban por todas partes, vestidas con hermosos trajes vaporosos de diferentes colores y texturas, encajes, tules, cintas, adornos en sus cabelleras y accesorios formaban parte de sus vestimenta. Estaban colocadas en las camas, sobre cada mesa y repisa, en los muebles y las sillas, sobre los recodos de la escalera, en la cocina y hasta en el jardín.