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Escribir un día sí y otro también, conlleva una gran responsabilidad por respeto al lector, igual que un artista tiene la obligación de respetar un público o yendo mucho más allá, diría que los políticos deberían respetar a los votantes, pero en esto último mejor no entrar en detalles, para no crear emociones negativas desde el principio de esta carta.

Quiero compartir una historia especial entre las infinitas que compartimos el amigo Antonio Núñez (foto adjunta) y este chapuza escritor y compartiré una historia en concreto, porque todavía sigo sonriendo después de casi morir de risa con dicha historia sobre un torero de los años setenta por Mallorca.

Antonio Núñez la narró con esa gracia de los sevillanos, como si estuviera subido en un escenario actuando con uno de los mejores monólogos en directo y recuerdo fue una mañana de hace tiempo, pero estuve todo el santo día con la piñata abierta, riendo a carcajadas, compartiendo la historia con todo bicho viviente que tropezaba en el camino, cantando en la ducha improvisando la canción, por la tarde, en la noche y sinceramente serán muchas veces las que veré Antonio, para darle gracias porque es uno de los mejores regalos, la risa, porque reír es una limpieza del alma, una carga de oxigeno, especialmente cuando son con historias sanas y reales.

Espero que los lectores que lean la historia, vivan y sientan casi de cerca para que les llegue hasta el fondo del estómago y abran la boca como los cocodrilos. Sin más preámbulo, comienzo la historia.

Resulta que Antonio Núñez tenía un amigo de nombre Fernando y estaban en Mallorca por los años setenta, cuando descubre a un joven toreando unas vaquillas y siente que será un famoso torero, porque la luz traspasa las ilusiones del futuro. Entonces habla con este chico convenciéndolo para que toree en una gran plaza, pero como son momentos malos económicamente hablando, alquila un traje de luces y unas zapatillas, pero las zapatillas les quedan grandes y las rellena con papeles de periódico en el fondo, algo que me hizo reír.

Fernando el apoderado en este caso, lleva a este futuro famoso torero en bicicleta a la plaza montado en la parte trasera, algo que también me hace descojonar, porque imagino al torero escarranchado en la parte trasera de la bicicleta yendo a la gran plaza llena de público.

Cuando llegan comienza la presentación dando la vuelta a la plaza saludando a dicho público presente, con esa chulería que los toreros tienen, pero cuando está detrás del burladero y aparece un toro que parecía un camión, con quinientos kilos, comienza la cuenta atrás y las patas del torero imagino, que temblarían como un motor de los coches antiguos. No quería salir, pero Fernando el apoderado, decía que ya habían cobrado parte del espectáculo taurino y decide salir, con la lógica de llevarse mil revolcones de la bestia con cuernos y gracias a Dios termina vivo en la enfermería, con los médicos cociendo todas las cornadas. Fernando pregunta al médico si era muy grave y responde que estaba bastante magullado, pero que le había dado un colapsu y cuando escucha la palabra colapsu el torero, dice, “El toro me dio con todo su cuerpo menos con la cola”….. aquí acaba la historia y espero que hayas sonreído y a los amigos del toro, comentarles que podrán estar contentos, porque aquí ganó el toro.

Un abrazo y gracias por leer la carta, pero especialmente gracias Antonio Núñez, porque todavía estoy riendo y moriré riendo con esta historia porque la llevaré hasta el final de mis días. 

Juan Santana
Arona 26 de Abril de 2016
Para mi amigo Antonio Núñez y al toro ganador
Cada día es un día más, un día menos, un saludo más, un saludo menos, ¿Cómo estas querido lector?. Espero que estés muy bien y escribo con amor del corazón, porque soy un escritor enganchado al teclado gracias a periódicos como el digital sur, pero especialmente gracias a los fieles lectores y por obligación serán los primeros en agradecerles que regalen un poco de vuestro tiempo para leer y el tiempo es el tesoro más valioso del ser vivo. Gracias.