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Arona 23 de Enero de 2015
Saltando
por un calamar
como los locos
Los responsables
de este periódico
han trabajado mucho
desde que comenzaron
con este proyecto y cada día regalan información al mundo, especialmente del sur de Tenerife, sufriendo en silencio entre cuatro paredes, organizando imágenes y textos de la mejor manera para que los lectores gocen en sus puntos de encuentro.

No miento cuando confieso que durante el año nos vemos menos de diez veces por la calle y sin darnos cuenta pasan los meses y pasa la vida. Nunca olvidaré cuando el director y fundador de este periódico dijo que nunca sabe por dónde salen mis escritos, porque cambio de temas muchas veces.
Hablar de uno mismo agobia a cualquiera y hoy hablaré de Miguel González, para compartir como nace la amistad con una persona y durante el espacio de tiempo transcurrido pasan por tu cabeza preguntas con respuestas imaginarias.

Miguel y yo solemos tropezarnos en el chiringuito que está en la zona del Puerto de Los Cristianos donde venden pescado cada día tomando un café e intercambiamos algunas palabras, anécdotas y vivencias. Una historia de Miguel digna de compartir fue cuando estaba con un amigo suyo que no soltaba el whatsapp y cuando estaban en la mesa de un restaurante tomando una cerveza, Miguel dijo que iba al baño, pero arrancó para su casa. El amigo desde la mesa llama a Miguel para ver porqué tardaba tanto y Miguel responde que estaba en su casa, pero que si desconecta volvería al restaurante.

Esto es puro y duro ejemplo de que las personas hemos perdido los valores morales sin darnos cuenta, pero estamos a tiempo de curarnos de esta enfermedad tecnológica que nos tiene hipnotizados con los ojos clavados en las pequeñas pantallas de móviles y ordenadores con los dedos moviéndose como pulpos. Pasan los días y todavía no conozco bien a Miguel González imaginando que puede ser un policía o un millonario con suerte y sigo pensando pero no logro imaginar más. Contando la historia del whatsapp, alguien dijo, ¡Ah, Miguel, el de la ferretería de material de pesca!, y ya supe dónde trabaja Miguel.

Hoy jueves llega a mi cabeza darme un paseo por la zona y hacer una foto a la fachada de la ferretería con más de quince años en el sur de Tenerife. La foto la hice porque entré en su página y no tienen ninguna foto de su fachada o no la veo, en www.pesqueraynavales.com y así aprovecharé la carta para compartir una historia mía del pasado, del calamar o pota hace más de cuarenta años y que Miguel también la lea en este periódico desconocido hasta este momento para él.

Cuando era muy pequeño, aproximadamente cinco años, cada vez que llovía salía con mi padre a caminar por la orilla del mar de Pozo Izquierdo a buscar calamares o potas que salían y encallaban perdidas encima de las piedras. Una vez mi padre encontró una pota muy grande y comienza a saltar como un loco gritando muy feliz, pero no tenía ni puta idea de tanta locura por un calamar. Cuando pasaron más de treinta años recordé esta historia y pregunto a mi padre, porqué saltó tanto aquel día con el calamar y respondió, “Porque estábamos pasando malos momentos y aquel calamar suponía dos días de alimento”. Gracias por regalarme vuestro tiempo, el tesoro más valioso de la vida y espero que la carta les haya gustado. Un abrazo.

Juan Santana