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Guía de Isora 1 de Septiembre de 2015
Agosto
Hoy acaba este mes en que parece que es obligado
descansar y que marca el calendario gregoriano, que no deja
de ser una dictadura de almanaque trufada de escribas y fariseos,
es igual. Uno, la verdad y con voluntad es, deseaba egoístamente
que llegase septiembre que es un período en que casi todo regresa a la normalidad, pues el citado Agosto pasó como un decreto ley de obligado cumplimiento; ya se sabe: desconectar, relajarse y cargar las pilas, adagio repetido por un notable porcentaje del vecindario.

De manera que me encuentro a la paisana que suele caminar, nos saludamos y me dice que estuvo en su isla natal, con los nietitos buenos, comiendo sano, planchando la ropa de la familia y hasta salimos a comer una noche un potaje de berros que daba gusto, fuimos a la fiesta que cada año va más gente, mi yerno me invitó a un mixturado y mi nuera a un polo…¡la de años, mi niño, que una no probaba eso…!, el mayorcito de mi hija me enseñó la tablet o como se diga y hasta aprendí a comunicarme, ay dios, con una de mis hijas que vive en Inglaterra que hasta pude ver las fotos como lo estoy viendo a usted ahora mismo, palabra. Su esposo, que es inglés, parece que es de aquí si no fuera porque es medio rubianco y siempre se está riendo, pero verlo, lo que se dice verlo, lo vi como si estuviera aquí al lado. Y hasta me preguntó: ¿cómo está doña suerrrra…? Y yo le dije que gud, very gud, senquiú…y el hombre casi se estalla de risa, a ver si me comprende. Si, señora, y bastante que me alegro. Bueno, me dice, mañana, si dios quiere, seguiremos, me voy porque tengo que acabar el paseo.
Pa no cansarles, tengo que contarles que ayer fui a la periferia de La Laguna, a la costa precisamente, y aquello estaba de coches y de isleños a más no poder; bueno, con decirles que teníamos que coger número para la cola que quería almorzar en un llamado restaurante que estaba lleno y no había aparcamiento y con bastante calor, una salvajada tradicional, como todas las tradiciones. Por lo que sugerí que huyéramos de aquel espacio plagado de subnormales – me incluyo – , ya que era incivilizado que el último domingo de agosto se nos ocurriera ir a comer en la orilla apócrifa del patrimonio de la humanidad, una mentira bien mercantilizada que yo la reduzco a las cuatro calles céntricas de Aguere, el resto es la periferia esencial; no sin pensar – me sale la vena romántica – que el exalcalde de ese municipio muy querido a pesar de todo, es hoy el presidente de Canarias. Cosas peores se han visto. Y, me olvidaba, acabamos comiendo en un medio tugurio con su letrero de la Coca-Cola, la pizarra que reza carnes a la brasa y vino del país y una cuenta más que salada. Es la Marca Canarias, más o menos.

Y cuando regresé a la base después de haber recorrido más de doscientos kilómetros (que se dice rápido), pongo la tele, la nuestra, la pública, la que pagamos casi todos y sale un medio saltarín que intenta presentar el archirepetido folclore y haciéndose el gracioso, coloca un video en que se ve un antiguo empaquetado de tomates, ay, y un espécimen haciendo el papel de encargado, abusando de las mujeres y tratándolas peor que un talibán o similar. Y cambié de canal, más que nada por higiene.

A pesar de lo dicho, oigo y veo a compatriotas a las que se les acaban las vacaciones quejándose de que mañana mismito tienen que regresar a la rutina, que se acabó lo bueno, pero que ya están deseando que vuelva agosto para seguir cargando las pilas. Y me dio como una penita y ensayé una pequeñísima reflexión: con este ejército no ganamos ninguna batalla. Incruenta, por supuesto.

Cheche Dorta