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Guía de Isora 7 de Agosto  2015
El Tren
Resulta que todavía hay periódicos que se imprimen
en papel y en ellos, a veces, se puede leer algún artículo
curioso o que mueve a la risa que es actividad o mueca
cada vez más escasa o rara, salvo en las hienas que son
parientes lejanos, bajas de cadera y que muerden duro y parejo.

Y en esas estaba cuando leí que las preclaras mentes de los presuntos gobernantes dicen que hay más felicidad entre los habitantes del norte de la   isla que los del sur y que los más desdichados son los que moran en la capital; un análisis para pasar el rato pero que llama la atención como si fuera una letra de murga ganadora. Asimismo, leo que el cabildo va a retomar una obra prioritaria como es un trenecito de juguete que llegará en su primer tramo hasta Candelaria y tal, cuando aún no se ha terminado el anillo insular y los de la TF-5 claman cada mañana por que no caben en la línea de asfalto que llaman autopista. Y que, añado, han querido cambiar el horario de la universidad para que el tráfico fluya y no cerrar (…) el aeropuerto de Los Rodeos que sigue ahí, unas veces cerrado y otras abierto, según caiga la niebla en el lugar donde el clima es casi nórdico o similar, que es cuando los aviones se desvían al sur de la infelicidad o a la otra isla, ay, que se mantiene a pesar de los bravos que no son de La Laguna, con pijama o sin él. Y reflexiona uno, al hilo de la encuesta citada, que la sensación de vivir nada tendrá que ver con el coche. O sí.
Pues como les iba diciendo, entre las páginas donde uno se entretiene con el profesor Mamadú que todo, todo, lo cura, o las prostitutas recién llegadas, las esquelas con las fotos de los difuntos, el horóscopo, los sorteos y los artículos de los defensores de las prospecciones que ahora ya no saben que decir, aparece lo del tren. Si, un artilugio para traer y llevar pasajeros en una isla como la nuestra de apenas dos mil kilómetros y que costará más de tres mil millones de euros. Como lo oyen, camaradas, sin haber terminado los hospitales del norte – tan felices ellos – y el del sur – desgraciados porque el motor de la economía insular hace mucho ruido y escasísimos puestos de trabajo, ¡ay Marichal!, ni el anillo pueda terminarse ni los atascos de la vía que pasa por La Laguna, ni la insultante desidia que lleva (es un decir) de aquí a Tamaimo, sin reparar que está casi declarada la alarma por epidemia de gripe y las urgencias (es, también, un decir) colapsadas porque no caben los enfermos en la llamada área metropolitana, do ya se prepara el carnaval y sus grupúsculos que visitarán los candidatos para que les voten después que los insulten en la final que agotó el aforo en unos minutos, etc.

Y en éstas apareció el tren. Como lo oyen: el tren. Vagones articulados que arrastra la loco-motora, algo parecido al mamo-treto que seguirá en pie porque es de una belleza y calidad arquitectónica fuera de toda duda, dualidades muy significativas y, sin duda, de urgente necesidad. Con matices, según las declaraciones de los alcaldes del sur (la zona infeliz) que no se oponen a esta obra absurda sino que hay otras prioridades, faltaría más, salvo el de Fasnia que aspira y desea que las cocheras del futuro tren se ubiquen en su municipio y duerman en su demarcación, algo es algo; el resto, ya digo, no están en contra sino que con la boca pequeña musitan que ahora no es lo que necesita esta banda. Y digo banda. Los mismos que son los culpables que el hospital no se haya construido. O que consideren urgente que el anillo insular se termine y acabe de una vez con los pueblos que dirigen y que languidecen mirando hacia la costa donde se han erigido hoteles de gran lujo para clientes de alto poder adquisitivo, mientras los tomateros pobres ven como les roban su vida y su hacienda en forma de cooperativas en los que algunos se han hecho ricos y los más aceptan su despido a cambio de nada.

Pero el tren lo cambiará todo. Y veremos pasar los vagones silenciosos añorando las guaguas que van casi vacías. Y el gremio del taxi será un recuerdo para ensayar cuentos de ciencia ficción. Y el sur será feliz y los del norte llegarán cinco minutos antes a los puestos de trabajo esclavizante, unas cuantas horas, y se montarán en el tren deseando que acabe la minúscula jornada para regresar a ese norte y ver como las papas bonitas (…) van creciendo.

Es la innovación, la diversidad, el modernismo…, el tren. El cha-ca-cha del susodicho. Y todos tan contentos.

Cheche Dorta