Guía de Isora 10 de Julio 2015
La mesa de al lado
Tengo la costumbre de sentarme todos los días
en la misma mesa donde leo la prensa que el dueño
del bar nos ofrece al que quiera curiosear en sus páginas.
Y debo reconocerlo, también me da por subrayar lo que me
parece interesante; es como un vicio que debería dejar,
puesto que hay otros lectores que pueden sentirse mal y tienen razón.
Pero a lo que iba: resulta que en la mesa de al lado suelen sentarse gente variopinta y poseedoras de celulares de alta gama desde dónde se envían mensajes, a pesar de estar cara a cara. No hablan al estilo tradicional, pero si que escriben lo que se les ocurre y me cuenta uno que estaba de pie que pudo leer algo de lo que de forma divertida escribían los isleños.
-Concha, me molesta la almorrana
-Eso son gases.
-Bueeeeno, vale, pero ¿cómo me alivio el escozor?
-Cuando lleguemos a casa te das un baño de asiento y te acuestas, ¿vale?
-Si, lo que tu digas.
Etc….
Y así hasta que se tomaron el jugo de naranja, tostadas, café en sus infinitas variedades hasta que se fueron, dejando tras de ellos un halo de tertulia sabia que se repite con frecuencia en el país, ya que el jugo de tomate no está de moda. Lógico o no, pero no sale, que diría un hostelero. Es decir, que un antioxidante muy cercano a nosotros, el susodicho, no se toma y no se sabe el porqué. Aunque sí tengo que decir que hace muchos años envié una carta a los tres presidentes de las Cooperativas Agrícolas del Municipio – en los años buenos – sugiriendo la posibilidad de aprovechar esa fruta citada para salsas y otros aliños que se venden, pero que se importan. A dos de los gerentes poco les interesó, puesto que sólo uno de ellos tuvo la gentileza de contestarme; el resto ya se sabe: las cooperativas y el tomate están en la ruina, no así sus responsables. Y cierro el invisible (…) paréntesis.
Y uno, como un simplón, intentando resolver el crucigrama o poniendo una interrogante en el párrafo que habla de la visualización transversal del programa de la corporación equis que se basará en las personas y que no defraudarán a los ciudadanos que han depositado en ellos su confianza. Y que destinarán casi la mitad del presupuesto a políticas sociales, de manera que ningún vecino quede sin ayuda. Además, habrá austeridad en las fiestas y los bailes se reducirán de diez a nueve…todo sea por la cultura. Resumiendo: los Abreu `s o similar.
-Concha, me pica, cari
-Ráscate bobanco.
Y la señora joven me pide el periódico para ver el horóscopo, las esquelas con la foto del difunto y la farmacia que está de guardia y que oye decir a la mujer que está en la mesa “te compraré Hemoal y verás como se te alivia; pero, ojo, que no te vea yo comiendo picante ¿oíste? Sí. Me mira la zodiacal y sonríe.
Si, lo que tu digas, dice el marido o el chico de la chica o esposa.
Y lo antedicho no es un ensayo pretencioso, sino la recreación (…) escrita de lo cotidiano, escenas que pueden contemplarse gratuitamente y con actores cercanos y de los de toda la vida. Sujetos, verbos y predicados que deben conformar oraciones muy antiguas que aún se practican. Es como el “perdona a tu pueblo señor” y otros salmos que la gente se sabe de memoria, un milagro. Porque ¿quién no ha tenido cerca una concha o un móvil…? pocos hay, creo, de manera que el vecindario se maneja bastante bien con esos aparatos con los que hoy, si no existieran, la vida sería imposible. No quiero ni imaginarlo. Vea usted, vecino, a una vieja analfabeta que defiende el régimen anterior, pero se muestra bien pertrechada y moderna, con pantalones y pintorreada y que habla con una viuda de la parte alta que está encantada de conectarse para controlarlo todo, ahora, precisamente ahora, ya en la viudez. Está claro. De hecho, ambas, pueden tener un pariente mariquita o una cuñada rapada y con yerros hasta en lugares casi inaccesibles, pero se disculpan – ahora – diciendo que están en la edad y otras blasfemias que antes eran delitos muy graves. No está de más decir que los peinados, los tatuajes y otras aberraciones vulgares, fueron casi revolucionarios hace pocos años. Hoy no y me alegro de que así sea, pero no paso por la hipócrita aceptación de que adaptarse a los tiempos es interesado y carente de toda virtud.
-Concha…
-Dime
-Fuerte calor está haciendo
-Pues hidrátate….ya te lo dije.
Y el hombrito quiere recobrar el tiempo – ayer, como quién dice – en que todos se quejaban del frío que hacía y envidiaban a los que habitaban en la costa. Pero ahora repiten que el invierno es mejor, porque se abriga uno y ya está. Por lo menos, insisten, se puede dormir…, pero con la calufa no hay quién pueda. Lo mejor será beber mucha agua y la playita…o un zumito de maracuyá con mucho hielo. Pienso enchufar el ventilador, te lo digo, porque no voy a estar como anoche, desvelada y sin saber cómo ponerme…¿oíste?, si. Pues aplícate el cuento, y el año que viene o me pones aire acondicionado o alquilas un apartamento en la playa, ¿vale?, si. A ver si es verdad, porque la vecina está bien morena y el marido ni se conoce, corriquiando desde el amanecer y juega al dominó con los amigos, se bebe su nestí y hasta organiza la barbacoa…¿te has fijado en la talla que viste la gorda de su mujer…? pues parece más joven, te lo digo. Y esta noche, mismito, me llevas a la orilla a ver si se me quitan estos sofocones...me encanta ver llover.
-Conchita….
-¿Qué?
-¿Me puedo pedir una cañita, porfa?
-Vale, pero sin alcohol, que te conozco
En ese preciso instante (…) es cuando todo el mundo cree que el verano es una estación en que se hacen cosas que son extrañas el resto del año, aunque parece que hay una orden tácita que obedecemos todos y así, pueden verse hombres respetosos luciendo canilla y bermudas, gorrita y polo a juego; tal como las mujeres hembras se tocan con sombreros, pareos cubriendo el muslamen otrora casi apetecible, y beben combinados exóticos, hablan en plan moderno – allá a la caída de la tarde – con las de su quinta, atreviéndose con el inglés y el jaguaryú, el okey, yes yes…etc., lo que le confiere a ese merecido descanso un toque cosmopolita – más polita que cosmo – en que la vecina se siente en su salsa.
-Concha…
-¿Qué quieres ahora…?
-Tengo el vaso vacío
-Pues ahora te bebes un apletiser, un aquiarius o pide una botellita de agua. Y punto.
Y el sol dichoso (…) va desapareciendo en el horizonte, como cada día. Pero estamos en verano y la gente mira hacia el poniente y se da cuenta que el espectáculo es muy bonito, inexplicable y gratis. Bonito, gratis e inexplicable. Y puede suceder, no siempre, que la mujer se arrime al hombre o viceversa…y en el aire se intuya un olvidado olor a sal, mientras la marea sube y baja como si fuera normal ese fenómeno que, por cierto, en invierno es un espectáculo – el ocaso – más bonito, gratis y totalmente inexplicable.
Pero estamos en el tiempo del calor. Climatológicamente hablando, Concha.
Cheche Dorta