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Guía de Isora 27 de Abril 2015
Los perros son mariquitas
Se me ocurrió indagar sobre este acierto comprobable,
más que nada para que no todo sea político aunque
sí que todo es política, ustedes me entienden. De ahí
el asunto, banal pero entretenido, frecuente en esta
época abominable en que más perros he visto en esas
calles, sacando a pasear a sus dueños o viceversa.

Casi todos ellos de marca y los más chicos ataviados con coquetos jerseys porque el crudo invierno también ha hecho mella en sus cuerpos mimosos. Los de talla grande con bozal por aquello de las razas presuntamente peligrosas. Todos ellos se parecen a sus dueños o al revés. Y me alegro porque me gustan los perros y creo que en general son buenas personas.
Pero como el título dice lo que dice, creo que es verdad que en su mundo, estos animalitos del señor pueden llegar a la concupiscencia en tiempo y forma copulando con un colega de su mismo sexo y, en su defecto, hasta con una pantorrilla colocada ad hoc en la salita de estar de una casa estructurada. Si esta última circunstancia que citamos se produce en la intimidad no pasa nada, pero si hay visitas y el lúbrico can se pasea insolente, llega el momento en que la dueña (o el dueño, ji ji) no le queda más remedio que sacar a Sultán fuera de la estancia y que se vaya a hacer cosas feas a casa del carajo, porque el gato no está por la labor y, además, araña si nota que hay confianza.

Lo dicho: los perros son homosexuales aunque sean descendientes del lobo, cuestión que parece difícil de creer viendo a un chihuahua minúsculo o a un chato boxer, por ejemplo, pero lo han dicho los científicos que de esto deben saber más que los vulcanólogos de erupciones, los catedráticos nautas de barcos llenos de fuel o de los economistas de lo que está pasando. Y parece lógico, porque dicen que los cánidos tienen poca vista y se comprende que, por detrás, todo parece lo mismo, como si fuera, ay, un programa electoral de los humanos que son lobos para el hombre. Todo cuadra.

¿Y si el perro que adorna la imagen de San Francisco fuera amanerado…? pues habría que acudir a las palabras del papa argentino, ay, y repetir sus sabias consideraciones sobre la gente que ama a los de su mismo sexo: “¿Quién soy yo para juzgar a un semejante?”…y tiene razón, como un santo que es ahora, precisamente ahora. Antes era otro hombre y no estaba vestido de blanco, como las maniáticas madres de la plaza de Mayo. Me cae bien, aunque no es una novedad al compararlo con sus antecesores. Igual le gustan los perros y a los otros no, afición nada desdeñable. Bueno, a don Adolfo (el austriaco como Mozart) le encantaban los pastores alemanes que sí se parecen al lobo, una casualidad.

Y como se me fue la tecla al nombrar la denostada política, tengo que abundar en el tema puesto que los candidatos prometen, entre otras pendejadas, que van a construir parques para perros y alquileres sociales para los presuntamente humanos, unidades de castración canina para los perros abandonados por sus dueños sin alma y carriles bici para la juventud más sana, preparada y casi ahüevonada de nuestra historia; y, además, prometen y juran (derecha e izquierda, un, dos, tres) que no habrá ninguna mascota sin rebequita ni indigente sin sus tres comidas diarias. Y vacunas gratis contra la filaria o el moquillo y, ojo, se terminarán los hospitales públicos, gestionados perfectamente como lo hemos hecho con lo del barco que está expulsando piche; y, encima, ya tenemos encargado un proyecto a una famosa consultora para que nuestros amigos, parientes lejanos del lobo – ya se dijo – ladren cuándo tienen ganas de hacer caca y así nos ahorraremos un montón de euros en plásticos recoge excrementos o similar, para lo que será necesario unos perropipimóviles que colocaremos en lugares estratégicos dónde no rompan la estética del entorno. Hemos pensado en contratar al mexicano, el encantador que amansa a las fieras que moran en casas de lujo de los subnormales estadounidenses, pero dicen que es caro, aunque siempre nos quedará Borja que es del país, como su nombre indica.

Resumen: los perros son de la acera de enfrente. Duele, pero es verdad.

Cheche Dorta
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