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Guía de Isora 13 de Marzo 2015
Un día en el área metropolitana
Pues sí, por obligaciones ineludibles me acerqué,
es un decir, a la zona capital; ya se sabe: dos
ciudades casi unidas y que muestran su cara
agradable en el centro, no así en la periferia,
porque aunque La Laguna esté de moda,
los barrios y las afueras están que da pena,
lo mismo ocurre con Santa Cruz y así ha sido siempre. Vaaaaale.

Por ejemplo, podemos citar los hospitales que fueron edificados en lo peorcito del sector; uno de ellos, el HUC que siempre se consideró como más fino, tiene un aparcamiento al que es muy difícil llegar si usted es primerizo, muy caro y sin puestos de trabajo y el otro, aún llamado “La Residencia”, igual o mejor que el citado, pero que se ubica en un monturrio ventoso, sin aparcamiento y con un bar muy caro y cutre. Lo que pasa dentro es excelente o casi. Y gratis y no suficientemente valorado por los que se quejan sin fundamento, sin valorar que tenemos la mejor Sanidad Pública, a pesar del abuso a que está sometida.
Y entre visita y visita me dio tiempo para ir a San Andrés, otrora lindo y pesquero que resiste al invasor, aledaño al pelotazo de Las Teresitas y a uno de los mayores robos que se han cometido en el vergel y busqué un bar al que iba hace muchos años y me dejó muy buen recuerdo. Pregunté y se me contestó amablemente y allí seguía: El Petón, nombre que a los de pueblo del interior nos suena – o yo lo defino – como algo así: “culo grande y desarrollado”, pero nada de eso, la comida excelente y el trato mejor. Cocina honesta y seria, ofrecida (que no servida) en una casa de familia que conoce lo que vende, muy alejada de la cursi ruta de las tapas y de lo gourmet y otras inquisiciones. Muy bien.

Después, para hacer tiempo, mi prole me llevó a una gran superficie. Aparcamiento gratis que se agradece, pero en sótanos como mazmorras, enrevesado y sin puestos de trabajo, como el obsceno parking del HUC, un negocio de los ladrones constructores que aún, aún se quejan los muy malandros. Había de todo y de nada. Hasta cine que, por cierto, una cola abundante de horteras con pantalones de piquillo ellos y obesas sudando por lo mismo, esperaban expectantes para comprar su entrada y ver, naturalmente, ¡50 Sombras de Grey!, sadomasoquismo ligero pero animoso, nada que ver con el Marqués de Sade, cuestión que intuyo ignora la cola que hemos citado. Me han dicho que es mala, pero voy a verla, cari, total…dice una analfabeta vestida, por fuera, con ropa de marca y poco más.

Y como los jóvenes de la familia fueron a comprar calcetines y calzoncillos, a quién se le ocurre, porque estaban baratos y a  mi se me dio por sentarme en una terraza de diseño dónde podía fumar y esperé un buen rato mientras contemplaba como la masa pedía y devoraba platos muy peninsulares y uno que es de pueblo, esperando como un simplón, hasta que algo me dijo, desde el interior de la persona humana, que nadie se acercaría para preguntarme que hacía un jubilado sentado y sin perspectiva. Hasta que llego mi prole, alegres porque la compra fue económica y me aleccionaron al decirme que había que ir al interior, papi, parece que no estás lo que estás, esto es una franquicia, ay, y hay que pedir la consumición y pagar. Así se hizo y me trajeron una minúscula cerveza que aquí no se bebe y no es canaria y me cobraron mucho más de lo que aconseja la razón. Un selfie o similar, como las estaciones de gasolina que uno se surte asimismo o el ya citado aparcamiento ladrón que no tienen ni un solo puesto de trabajo, cuestión que repito porque es de justicia, o no. Y me acordé de El Petón y su excelente profesionalidad sencilla y auténtica, mientras contemplaba intentando guardar el equilibrio en las demoníacas escaleras mecánicas, o que en peluquerías de diseño se recortaban la pelambrera los modernos subnormales o parte de esa facción que en mis tiempos los hubieran encerrado por pelarse como San Antonio o similar. Increíble, dada la crisis que dicen que hay, porque había multitud de todas las edades, pesos y medidas. Y vi mujeres hembras y varones escuchando algo en sus móviles caros, cargadas de bolsos de marca, alegronas y alegadoras, dispuestas a irse a sus hogares dulces para ver Parranda Canaria que es lo más de lo más y esperar a que sus nueras le cuenten algo de la película que vieron y que resumirán en que no es nada del otro mundo. Lógico. Se lo saben todo o no saben nada. Mecánica, y la edad que se irá rápidamente y se convertirán en “pencos” que también defino como a la mujer hembra que, perdida la lozanía, le da por fumar y pintorrearse. Sirve, además, para los varones enganchados a los videojuegos y no saben jugar al envite. Los que juegan al golf (¿mucho golfo?) están en otros lugares.

Y ya avanzada la tarde, jugarse el tipo para encontrar aparcamiento en los alrededores de La Residencia, empresa ardua y contradictoria, porque en un Hospital enorme no hay lugar para el coche que lleva familiares que va a visitar a un enfermo y, sin embargo, en la gran superficie es gratis.

O sea que no he hablado de política, pero que lo citado también se corresponde con esa ciencia que han mancillado los advenedizos mal educados y el rebaño que va donde uno fue. Pero a mi no me trancan más.

Bueno, al Petón si pienso volver, si dios quiere.

Cheche Dorta